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Miércoles 23 de Febrero de 2022

Dra. Rosa Llorente: “San Juan de Dios ha visto llegar a miles de burgaleses a este mundo, y ha acompañado en la despedida a otros tantos”

La traumatóloga, que nació en el centro el 13 de mayo de 1977, siguió los pasos de su padre, el doctor Ramón Llorente, que también tuvo consulta privada en él. Aún recuerda cuando se hizo una brecha en el recreo del Colegio Niño Jesús, “jugando a la serpiente”, y él le cosió en uno de los quirófanos. O cuando Antonio, un compañero con el cazaba, le escayoló en segundo de carrera una pierna tras romperse un metatarsiano.
Dra. Rosa Llorente: “San Juan de Dios ha visto llegar a miles de burgaleses a este mundo, y ha acompañado en la despedida a otros tantos”

¿Cómo la ciudad de Burgos puede permitirse cerrar un hospital en plena pandemia? Con esta pregunta la doctora Rosa Llorente Pascual iniciaba a finales de 2020 una petición en la plataforma Change.org contra el final de un centro que, como a muchos de su generación, la vio nacer el 13 de mayo de 1977. “El Hospital de San Juan de Dios de Burgos ha visto llegar a miles de burgaleses a este mundo, y ha acompañado en la despedida a otros tantos, que se fueron con la humanidad, dignidad y respecto que sus familias reconocen a los profesionales que ahora ven su futuro comprometido”, argumentaba al respecto.

Hoy, después de un año, y en el marco de un 2022 que será decisivo para definir su futuro tras 66 años de “buen hacer”, esta traumatóloga se aferra a la que define como su “segunda casa” y espera que la cifra de un millón de euros anuales que separa el acuerdo entre el Sacyl y la Orden de los Hermanos de San Juan de Dios no sea “ningún impedimento” para su continuidad.

“Mi padre, el traumatólogo Ramón Llorente, empezó en San Juan de Dios como médico de guardia en la década de los 60 y se jubiló en el 2015, con más de 70 años de trayectoria a sus espaldas”, explica la doctora Llorente que, después de descartar Veterinaria, su primera opción, decidió seguir sus pasos e irse a la Universidad Complutense a estudiar la carrera de Medicina.

“Yo iba con él al quirófano para ayudarle con las cirugías, pero la elección de Cirugía Ortopédica y Traumatología llegó tras el examen MIR. Sí tenía claro que quería hacer algo con las manos, una especialidad quirúrgica, pero ni tan siquiera tenía en mente volver a Burgos”, confiesa. Fue entonces cuando, tras ver arrebatada su plaza en el Hospital Universitario Marqués de Valdecilla (HUMV) de Santander, optó por hacer la residencia en el Hospital General Yagüe de Burgos.

“La empecé justo el año que mi padre dejó la Seguridad Social”, señala una profesional que tiempo después tendría, al igual que él, su consulta privada en San Juan de Dios. “Iba todos los fines de semana, con mis hermanos, a misa a la capilla (donde fueron bautizados) y a jugar en los jardines, o en las rampas por donde subían las ambulancias, mientras mi padre visitaba a sus pacientes”, pone de manifiesto. “Siempre aparcábamos por detrás, donde antiguamente estaba la morgue, y yo lo llevaba muy mal porque me daba mucho miedo”, indica. De hecho, hasta 2003, año en el que empezó la residencia, no había pisado otro hospital. “Aquí te lo resolvían todo”, expone. No en vano, aún recuerda cuando se hizo una brecha en el recreo del Colegio Niño Jesús, “jugando a la serpiente”, y su padre le cosió en uno de los quirófanos. “Y Antonio, un compañero con el cazaba, me escayoló en segundo de carrera una pierna porque me rompí un metatarsiano”, según apostilla.

Antonio, un compañero con el cazaba mi padre, me escayoló en segundo de carrera una pierna porque me rompí un metatarsiano

Toda una vida ligada a San Juan de Dios, “un hospital con múltiples posibilidades”, que, en su opinión, “no pueden dejarlo morir”. “Mi madre y mi tía están intervenidas de cataratas en San Juan de Dios, y los pacientes que yo opero aquí (pies y artroscopias) salen encantados”, afirma. Además, según subraya, “los cuidados paliativos que proporciona son intachables”. “No creo que nadie pueda decir lo contrario”, asegura. “Además, ¿tiene sentido derivar a estos pacientes en una de las ciudades con mayor incidencia acumulada de contagios por COVID -19 del país a un hospital ya saturado?”, se pregunta sin ocultar que ha vivido las dos últimas amenazas de cierre con “mucha ansiedad”. “Son más de un centenar las familias que dependen directamente del hospital entre personal administrativo, mantenimiento, limpieza, personal auxiliar (cocineras, pinches…), enfermeras, TCAEs, celadores, fisioterapeutas y médicos, que durante más de seis décadas han servido con enorme responsabilidad a la ciudad de Burgos”, sentencia.

De Burgos a Roma en autobús

“Al hermano Florentino, que es de la quinta de mi padre, lo conozco desde niña”, prosigue la doctora Llorente que, tirando de memoria, también recuerda que en el 85 fue a la beatificación de Benito Menni, refundador de la Orden de San Juan de Dios en España, en autobús desde Burgos: “Recorrimos Roma, Niza, Florencia, Pisa, Venecia... yo tenía ocho años y fueron un montón de trabajadores de San Juan de Dios con sus familias”. Ese año se hizo en Castilla y León por primera vez un trasplante de un dedo del pie a una mano a un trabajador de 28 años tras sufrir un accidente laboral: “Lo hizo el equipo del doctor Casado, un gran cirujano plástico que luego se fue a Madrid”.

“Mi padre también me cuenta que, haciendo las milicias, veía desde la ventana a Franco en su residencia del Palacio de la Isla”, según precisa sobre el entorno de un hospital que tenía a Merche en la centralita. “Era nuestra chica del cable”, bromea. “Y Carmen, una auxiliar que estaba en Rayos y que se jubiló hace poco, preparaba una buena fiesta para todos los hijos de los trabajadores en la sala polivalente de la primera planta por el día de San Juan de Dios”, añade con el deseo de que pueda seguir llevando a los suyos muchos años más.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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